18.10.05

El telón de acero

Aprendo más palabras de las que debo: Las clases de dicción son para los listos. Leo en un cajón recién abierto las luces que no encuentro en los pasillos. Lavar la ropa sucia es de cobardes, es el atajo de la vida en un minuto.
Aprovecho la barra de los bares, las cosas que perdimos en las calles exhaustas, y atravieso el telón de acero, sobre el aguacero que cae en el asfalto, dibujando la posibilidad que existe de que algún día sean nuestros: El tiempo robado a los relojes de arena, las piedras mojadas, las aceras, los pájaros en la cabeza, desconfiar de las ideas, la lívida presencia de tus labios, el zumo que bebo de tus manos agrias, trepar al cielo por tus escaleras, romper en el infierno las cadenas forjadas en la fragua con Vulcano.
Las camas sin colchón son un alambre ínfimo y testarudo, tanteo con las manos tu cintura, como un equilibrista, suelto el lastre para romper el borde, las costuras del hábito que llevo siempre a cuestas, el que para los sentidos es la noche. En realidad es sólo ruido de coches y de antenas. Olvido así los prejuicios y los reproches. Olvido así los prejuicios. Así, los reproches.