19.12.05

"M" DE MARTES

Mi padre libraba los Martes, y así decía la M mayúscula que lucía el viejo Seat 131 negro en ambos costados. El Martes era día de libranza, día de meriendas anticipadas a la salida del colegio, de rebanada de pan con Nocilla. Me pregunto por qué razón la Nocilla de entonces no es la misma cosa que la Nocilla de ahora. Tampoco el chocolate, los bollos o las natillas, que cambiaron sabores; otros desaparecieron, como los yogures Chamburcy (Genialidad del maestro Calderón). Siempre los martes, excusa para acampar por los rincones del Madrid gris de siempre, el de las paredes empapeladas con motivos transición democrática. El Madrid de Tío Pepe en postales de recuerdo. Y yo decía, ¡Qué ilustre hombre mi padre, que en aquel edificio tan alto del centro han plantado su nombre!, grande mi padre y grande el rótulo, ¡Para que todo el mundo lo vea!. Y así pasaron los años de una infancia espectacularmente anegada de sollozos (Siempre fui un gran llorica) y risotadas, es decir, con más glorias que penas. Entre farolillos de colores y carteles raídos por las lluvias de Diciembre me desenvolvía como pez en el agua, un pez con botas de goma nadando en los charcos de las aceras. Y al llegar estas fechas comenzaban a eyacular los tubos de escape de los coches el humo gris fecundo que siempre hizo buenas migas con la espesa niebla de mi Madrid (Que no es la de Londres, pero es la mía). Pasajes de niñez que transcurren entre la Calle del Arenal y la Plaza de Oriente, entre el Barrio de Carabanchel y el de Sésamo, que estaba tan sólo dos manzanas y una pera más abajo. De esta forma me asomo a estas fechas, como hacía mi madre al kiosco para pedir el Mortadelo y Filemón, que fue mi referencia cultural y literaria por los siglos de los siglos, para recordar con tremendo cariño el olor de los caramelos de eucalipto en el cajón de mi abuelo, el cariño hecho mujer cuando zurcía mi nombre en un babi de cuadros azules, a María subiendo las bolsas con los regalos, la copa de coñac y el humo del puro en una tarde de sábado frente a “Llon Baine” y Adamo en el tocadiscos.“Yo también odio las Navidades”. Hoy me dedico a morderme la lengua si oigo una frase de moda, tan invento de El Corte Inglés como el propio Cortilandia, la antipublicidad, que esta gente del “Marketing” sabe lo que hace. Y no me importa reconocer que adoro el final de otro año, que adoro las bombillas y el espumillón. Adoro brindar con El Gaitero por nosotros. Porque irremediablemente, al llegar estas fechas, mi memoria toma la línea 5 en sentido opuesto, desde Carabanchel a la infancia, y me veo arremolinado a la salida de un colegio de monjas, esperando que se abra la puerta, para agarrarme a la mano cálida de mi madre y subirme a la parte trasera de aquél taxi negro que libraba en martes.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

A mi me encanta la Navidad, siendo atea declarada. Son contradicciones que me dan vida. Como amo y odio Madrid, tu Madrid, el mío.

Me ha encantado como lo has descrito.

Te beso en tus recuerdos, ¿me dejas?

10:49 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

que bonitooo...a mi la navidad, me da un poco igual, la verdad, lo unico, es que me da por reflexionar acerca del año y medir sus pros y sus contras.

4:59 p. m.  
Blogger Silencio de blanca said...

Sólo es un sentimiento de apego nostálgico a los días felices, al fín y al cabo siempre es bueno tener una excusa para echar la vista atrás y sentirse de nuevo como un niño.
Llaeza... si puedes besarme en los recuerdos? Eso ni se pregunta...

5:07 p. m.  

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